Quemé los disfraces que te seducían. No te seducían los disfraces. Embebí en alcohol la enfermerita, la colegiala y la secretaria. Arrojé el fósforo encendido contra las que estaban a tu disposición. Con los dientes rasgué el baby doll, ridículo. Qué baby ni baby. Qué doll. A mí alentame en las curvas del roller derby. Te toco el piano desnuda, sin tafetas ni moños ortopédicos, con el pelo recién salido del mar.
Basta una mariposa desmesurada
en la cabeza. Y en un momento dado
(suena la sirena) apoyo una pierna sobre el teclado. Las ruedas del patín rozan un par de notas. Enlacé tu lengua y la atraje hacia mí, hasta dejarte vacío de alfabeto. Se acabaron los roles.
Yo tenía un vestidito precioso. Con una falda llena de volados, uno sobre otro, uno sobre otro, como escamas de pez, como puertas de niebla, como imprevisibles cortinados. Viniste y lo rasgaste todo, lo manchaste, lo arrugaste. Malo. Ahora tenés que volver a coserlo y plancharlo sobre mí.
Es que yo no quería caer (mentira). No quería seguirte (otra mentira). Ya antes de caer había comenzado a flotar (esto es cierto), a disfrutar la ley de gravedad, a sintonizar tus ojos centrípetos. Bueno, bueno.
Pero qué bueno es caer en el abismo de la selva. Uno ya ni se acuerda de quién es. Pero podría seguir tu pista con mis zapatos con lazos de seda, con tacón, con determinación de cachorra asediada por el hambre (de vos).
Estoy en Hungerland. Así que no me esperes escondido en la república solitaria de los hongos. Hay mejores venenos. Mi nuevo vestidito no encuentra su lugar en esta casa. Esta casa no alcanza a contener el pulso de mi cuerpo.
Fotos: Annie Leibovitz. Natalia Vodianova con Olivier Theysenks, Tom Ford y Marc Jacobs. Natalia Vodianova by Helmut Lang.
No cederemos al canto caduco de las sirenas de emergencia de plástico de las jerarquías eclesiásticas. Resistiremos por mera náusea espontánea el poder hegemónico que aplasta y paraliza. Nos pararemos en los márgenes del mercado, para disparar. Y en su vientre, para disparar. No nos seducirán con fuegos artificiales de opereta. No nos darán de comer palabras que sean puro ruido. No les creemos. No les creemos nada. Por eso levantamos Babilonia. En medio del desierto. Para no servirles. Let's go on, with Romance & Cigarettes, aquí abajo. No aparten de nosotros este cáliz, porque nos deleitaremos deshaciéndolo. Rosa.
No me digas palabras que no sé, que no entiendo, que no sabré leer. No me digas palabras que no vi, que no supe, con las que no sabré qué hacer. Extraviada. Dame de beber, en la boca. Mi boca se abre a la sed que lleva, que no puede soltar, tu nombre. Mis dientes se resisten a ceder tus letras. No me des de sufrir, de llorar, de amputar mis uñas, hasta flotar como un alga iridiscente y tristísima en el río. Dame de dormir, de olvidar, de serenar el desorden
desesperado y desolado de mi pelo.
Pero no. No es ésta la manera. La manera es soltar y dejarse acunar por mis amantes. Las deidades domésticas que desatan mis nudos, por instinto. Me sumerjo en la temperatura de mis perros, en la textura evasiva de mis gatos, en las páginas marcadas de mis libros, en el polvo que soplo de mis botas. Son del color del agua que invita a naufragar, son del color del agua que impulsa a descender para cantar, desde el fondo de mí, mi aterrador y glorioso desamparo.
No apartes de mí este cáliz. Lo masticaré mansamente, empapada, descalza y en enaguas, hasta hacerlo pedazos. Esquirlas devoradas por los peces, magmáticos. No los perseguiré.
Romance & Cigarettes, John Turturro, 2007. James Gandolfini - Kate Winslet Kate se deja invadir por Ute Lemper. Ute canta en la boca de Kate "Little Water Song", escrita por Nick Cave.